Finalmente Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos ante la ONU, llegó a Venezuela. De inicio hubiésemos preferido que se mostrara más abierta respecto a la atención a los medios de comunicación, a quienes le fue impedida la libre cobertura de su llegada con un cerco impuesto por el régimen, que impidió a los corresponsales internacionales, y a los pocos medios independientes que aún quedan en Venezuela hacer su trabajo. La franqueza y la transparencia son valores vitales que deben prevalecer en esta jornada.
Valoramos el gesto de la Alta Comisionada de la ONU, de llegar a nuestro país para constatar la crisis humanitaria compleja a la cual nos ha sometido la dictadura, pero queremos que más allá de la visita privilegiada que le han planteado, desde la amplia ventana de una lujosa suite en el hotel donde se alojará, sea capaz de mantener una agenda que le permita ver la realidad. Le pedimos que sea capaz de ver por encima del muro de hombros y espaldas, que tratara de levantar toda la comitiva engañosa que el régimen armará a su alrededor, para impedir palpar lo que realmente sucede en el país.
Un país que sufre de hambre, miseria y desatención, en el que la quinta parte de su población se ha tenido que ir para sobrevivir, con una escasez de medicinas que ronda el 85 %, y donde más de la mitad de sus ciudadanos no tiene acceso a la atención médica asistencial; con una población que es sometida a los rigores de un deficiente sistema de servicios públicos, ciudades enteras sin electricidad, sin agua, sin servicio de gas, con serias dificultades para obtener combustible; con presos políticos y diputados perseguidos, con niños que mueren en hospitales a la espera de ser tratados, sin medicamentos para pacientes oncológicos ni renales; un país donde los derechos humanos son violados abiertamente. Esa es la cruda verdad a la que esperamos Bachelet tenga un acercamiento.
En marzo pasado hubo una gira de inspección realizada por una comitiva de su oficina, cuyos miembros fueron tratados por el régimen con el mismo sesgo que le han querido imponer a esta visita; queremos creer que en esta oportunidad la Alta Comisionada se mostrará a la altura de las circunstancias y no se dejará influenciar por el usurpador.
Queremos por ejemplo, que en su encuentro con los representantes de la dictadura, haga cuestionamientos severos sobre sus roles, que le pregunte a Tarek William Saab, Fiscal General designado por el régimen, por qué ha mantenido un silencio cómplice ante la acción despiadada e ilegal de los cuerpos armados conocidos como “colectivos”; por qué no ha intervenido ante las torturas y ante la negación del debido proceso en los juicios que se le siguen a los presos políticos; preguntarle al presidente de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, hasta cuándo tanto odio y tanta corrupción; y cuestionar al defensor del pueblo, Alfredo Ruiz, nombrado por este ilegal cuerpo parlamentario, a quién defiende en realidad, al régimen o al abandonado pueblo venezolano.
Que en su encuentro con las Organizaciones no Gubernamentales, como Cáritas, Red de Observación Electoral de la Asamblea de Educación, Acción Solidaria en VIH/Sida, Cecodap y la Iglesia venezolana, entre otros, abra su corazón y preste real atención a sus predicamentos, porque en sus voces estará realmente representada la voz de más de 30 millones de venezolanos, que sufren y padecen los rigores de más de 20 años de dictadura.
Tres días son insuficientes para palpar la realidad de un país que atraviesa una crisis humanitaria sin precedentes; más que escuchar voceros en reuniones celebradas en amplios y fríos salones, Bachelet debería sacudirse a escoltas y escuderos del régimen y atreverse a recorrer las amplias colas de venezolanos, que se enrumban hacia el puente Simón Bolívar en el estado Táchira, y preguntarle sobre las razones de su salida y ver su diezmado equipaje; aprovechando su estadía en ese estado fronterizo, debería recorrer las kilométricas colas de vehículos para abastecerse de gasolina; ir también al estado Zulia e ingresar a un rancho con techo de zinc de cualquier barriada marabina e intente estar allí más de 30 minutos sin luz y sin desmayarse; que converse con sus ciudadanos y perciba en la voz de los protagonistas del sufrimiento qué se siente vivir en un estado sin luz, sin agua, con moscas, sin efectivo y sin gasolina.
También debería ir al arco minero del Orinoco, a los campamentos de El Callao y Tumeremo, y constatar el impacto de las actividades mineras en la vida de los niños. Caería de sorpresa en un hospital del estado, de cualquier región, total, todos están en la misma condición de falta de insumos y servicios. Sin sesgo ni manipulación de nadie, conversaría aleatoriamente con los padres de los niños hospitalizados en el JM de los Ríos, pero también buscaría a los padres de los pequeños que han muerto este año en ese centro asistencial.
Hay tanta verdad para mostrar a la Alta Comisionada para los DDHH de la ONU, que sabemos que a la dictadura se le hará imposible tapar el sol con un dedo. Confiamos que el informe producto de esta visita, será una clara radiografía de lo que realmente se vive a diario en Venezuela, y se convierta en un instrumento de justicia para el pueblo que tanto lo espera.
Al margen de una agenda levantada con rasgos de sesgo y manipulación, los venezolanos mantenemos nuestras esperanzas en la ONU y en cualquier ente internacional que represente la justicia para un pueblo al que el régimen le ha dado la espalda para erigirse en una dictadura usurpadora, cruel y criminal que hay que cesar. Esperamos que ese informe de Bachelet sea la voz de todos los venezolanos y no de la pequeña fracción que se mantiene írritamente en el poder.