Transcurrían las elecciones en Estados Unidos y durante la larga e histórica espera por los resultados muchos venezolanos, así lo manifestaron en las redes sociales, debatían, se enfrentaron y algunos hasta se consideraron especialistas en el sistema electoral norteamericano.
Y mientras muchos mantenían su mirada puesta en Estados Unidos, en las calles de Venezuela, los docentes y trabajadores de la salud se volcaron a las calles para reclamar salarios justos, dignos y reclamaban por el cese del hambre y de las muertes, así como por la debida dotación de equipos de protección y bioseguridad ante la pandemia de la Covid-19.
En Caracas, Mérida, Portuguesa, Lara y Cojedes, entre otros estados, se escucharon los reclamos de estos valientes venezolanos, que cansados de recibir sueldos de miseria y de sufrir hambre, decidieron liberarse de las cadenas del miedo y expresaron a viva voz su reclamo.
Docentes, personal de enfermería, trabajadores de hospitales se volcaron a las calles y al unísono entonaron el himno nacional y gritaron sus consignas de dolor, con voces desesperadas gritaban: “Pueblo escucha únete a la lucha”, “Nos estamos muriendo de hambre”, “Basta ya de sueldos de hambre”, “Salarios dignos ya” y “No más muertes”, entre otros reclamos justos.
Hablamos de una inmensa mayoría de venezolanos cuyo ingreso mensual no supera los 0,77 centavos de dólar, y que es sobre esos hombros maltratados por este régimen criminal, que reposan la salud y la educación de nuestro país, y así es como le pagan.
Es que, si bien lo que acontezca en Estados Unidos podría tener influencia con el destino de nuestro país, no es menos cierto, que lo que nos tiene que ocupar es lo que está pasando con nuestros hermanos venezolanos y en los responsables de esta crisis humanitaria, en otras palabras, el foco y la mirada deben retornar a Venezuela.
Porque mientras se debatía la presidencia en el norte y en las calles de Venezuela los ciudadanos reclamaban por hambre, resulta que el régimen se ocupaba de estrechar sus vínculos y negocios con sus socios iraníes.
No es casualidad que en medio de esta confusión, Jorge Arreaza se dispuso a recibir con honores a su homólogo, el ministro de Asuntos Exteriores de la República Islámica de Irán y jefe de la delegación iraní de negociación en torno al programa nuclear de Irán, Mohammad Javad Zarif, para estrechar aún más lo que llamaron, “nuestra alianza estratégica, nuestra hermandad”.
En otras palabras, mientras el pueblo se vuelca a las calles a protestar por hambre, el régimen se hace de oídos sordos y se dedica a negociar la soberanía del país, no para dar respuesta a esos reclamos, sino para llenarse sus bolsillos y para seguir robando y saqueando nuestras mermadas riquezas.
Esa es la realidad, y ese debe ser el foco de discusión, unirnos todos para poner fin a quienes se han empeñado a mancillar al pueblo, a denigrarlo con sueldos de miseria, a matarlos de hambre y de mengua. Cada venezolano que ha padecido de hambre, que sufre con los apagones, que ha visto a sus familiares morir o irse del país, que no consigue gasolina, o gas o agua, debe transformar todo ese descontento en acción de calle para enfrentar al gran culpable de toda esa crisis.
Es vital entender, que es Maduro, y no Trump o Biden, el culpable de los sueldos de miseria que devengan nuestros maestros y el personal de la salud. Es él, el que ha condenado a la muerte a más de cinco millones de adultos mayores, que luego de haber entregado su vida trabajando por el país, hoy reciben una indigna pensión que apenas y les alcanza para comprar medio kilo de queso, o medio cartón de huevos.
Es en contra esos indolentes criminales, que se llenan los bolsillos a costa del hambre de los venezolanos, que debemos unirnos y actuar.
Abrir los sentidos al clamor de la calle y en razón de ello, actuar, porque mientras más venezolanos escuchen, reclamen y actúen unidos, no habrá que seguir esperando por soluciones mágicas o extremas.
Siempre lo he dicho, el fin de esta dictadura de Nicolás Maduro pasa por la unión de todas las fuerzas del país, el apoyo y la validación internacional y sobre todo, la presión de calle retumbando con sus voces: ¡Pueblo escucha únete a la Lucha!.