¿Dónde están los 16? Fue la terrible pregunta que nos hicimos los venezolanos al enterarnos de ese abominable acto, que más que cruel o xenófobo, fue un acto criminal, que cometieron las autoridades del gobierno de Trinidad y Tobago, al deportar y lanzar a su suerte, a bordo de dos endebles peñeros y en medio de mal clima, a 16 niños y 13 adultos venezolanos, en un acto de deportación, sin precedente alguno.
Fueron 48 horas de navegación, de incertidumbre y de zozobra, 48 horas preguntando por el destino de los 16 niños que los “Herodes” de Trinidad y Tobago, en un acto del más profundo odio y desprecio por la raza humana, cometieron a la vista del mundo.
¿Quién no se conmovió al ver a nuestros hermanos venezolanos, más de la mitad de ellos, niños, lanzados al mar en peñeros, obligándolos a regresar al país del que huyeron para salvar sus vidas, por el simple hecho de ser venezolanos?.
Y quién como venezolano, no se ofuscó al escuchar las absurdas declaraciones del ministro de Seguridad Nacional de Trinidad y Tobago, Stuart Young, quien no solo dudó de la edad de los niños deportados, como para restar importancia al inefable acto, sino que además calificó a los migrantes de indeseables, amenazando incluso a aquellos connacionales que se atrevieran a tender una mano al migrante, que por su condición de ilegal, pidiera auxilio.
Ahora bien, este acto, que gracias a las redes sociales y a la denuncia oportuna se pudo evidenciar, no es la primera violación que Trinidad y Tobago, como nación; comete en contra de la población migrante venezolana. Amnistía Internacional ha sido una de las instancias, que ha exhortado a esta nación a respetar el derecho humano fundamental de buscar asilo y no debe devolver nunca a personas a países en los que su vida o su libertad corran peligro.
AI en su exhorto le recordó a Trinidad y Tobago que es Estado Parte en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados de 1967, a los que el país se adhirió en noviembre de 2000. De igual forma, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se sumó a este reclamo y exhortó a “garantizar el ingreso” de venezolanos “que buscan protección internacional por razones humanitarias”.
Entiéndase, nada justifica el trato indigno, la xenofobia, las manifestaciones de odio, el encarcelamiento y mucho menos la deportación de nuestros ciudadanos, pues como Estado Parte, están obligados a proteger plenamente los derechos de las personas que necesitan protección internacional.
Todos se rigen por el principio de la no devolución que señala que los Estados no deben devolver a personas a países en los que su vida o su libertad se vean amenazadas, o en los que puedan sufrir tortura u otras violaciones de derechos humanos.
Pero a pesar de lo establecido en la norma internacional, hemos visto como Trinidad y Tobago, mantiene una política de deportación, en flagrante violación a lo establecido en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados y a los contemplado en la Declaración de Cartagena de 1984, que reitera “la importancia y significación del principio de no devolución (incluyendo la prohibición del rechazo en las fronteras), como piedra angular de la protección internacional de los refugiados”.
Pero ante esta situación, no solo debemos poner el acento en el terrible acto cometido por los “Herodes” de Trinidad y Tobago, sino además en los “Herodes” del régimen de Nicolás Maduro, porque mientras la inmensa mayoría de venezolanos estábamos impactados y conmovidos por el destino de nuestros hermanos, el silencio de Nicolás Maduro, de Tarek William Saab, del Defensor del Pueblo y del Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente, ensordecieron, pero por el mutis total.
En pocas palabras, quienes provocaron la estampida de millones de venezolanos, los culpables de la debacle del país y de la crisis humanitaria más profunda que hemos atravesado, esos, los “Herodes” del régimen de Maduro, hicieron mutis cómplice de lo que allí sucedió y sigue sucediendo. Y sabemos que no enviarán nota de protesta alguna, ni en contra de Trinidad y Tobago, ni de ninguna otra nación, porque hacerlo implicaría reconocer el desastre que han desatado.
Este hecho, que pudo convertirse en tragedia, debe llamar a la reflexión a los mandatarios y autoridades migratorias de otras naciones que han acogido a los venezolanos, a que vean hasta dónde puede llegar el odio y la irracionalidad en contra de una nacionalidad, cuya única culpa ha sido escapar de su país para sobrevivir, dejando atrás a su familia, sus profesiones, sus hogares y sus vivencias.
Los venezolanos formamos parte de un país que históricamente ha sido de acogida, nuestros brazos siempre han estado abiertos para amparar a quienes nos han necesitado, hoy pedimos comprensión al mundo, al tiempo que pedimos apoyo para sacar de raíz a quienes han generado todos estos males en nuestro país. La culpa no es del migrante, pues no es su culpa tener una cédula o un pasaporte vencido, la culpa no es del país que acoge, porque entendemos que son soberanos en sus decisiones, acá el principal responsable de la gran crisis venezolana, es Nicolás Maduro, el “Herodes” principal, que no se nos olvide eso.