La crónica de una muerte anunciada, eso fue lo que pasó en Las Tejerías, dolor y muerte que se pudo evitar.
Casi un centenar de muertos y desaparecidos ha dejado la avalancha de lodo que arrasó con todo un pueblo, producto, no solo de las fuertes e incesantes lluvias, sino de la indolencia y la inacción de un régimen que no lo evitó, por el contrario, esperó a que esto sucediera.
La culpa no es de La Niña, o cualquier otro fenómeno meteorológico que quieran responsabilizar, acá el único culpable del centenar de muertes en Las Tejerías, así como de los daños causados por las inundaciones en San Timoteo, en Colón, y en otras tantas zonas del país que están siendo arrasadas por el lodo y el agua, es Nicolas Maduro, ningún otro, por su inacción y desinversión en áreas tan vitales como la prevención de desastres.
Y es que los vecinos ya habían alertado y denunciado con antelación que la quebrada Los Patos, que atraviesa el pueblo, había crecido y había arrastrado varias viviendas, sin embargo, nadie hizo nada, la gobernadora del régimen ni se inmutó ante la alerta y no se procedió a la evacuación de las zonas en riesgo.
Lo peor fue la confesión que hizo el propio Nicolas Maduro cuando se dignó a ir a la zona del desastre dos días después para decir: “Yo alerté hace 10 días en transmisión pública que tenía mucha preocupación por la forma en que se estaban saturando los suelos de agua y ordenamos revisar todas las montañas cercanas”. Como si con la pura preocupación se solventaran las cosas y se evitaran las tragedias.
Decirle a cualquiera de las 100 familias que perdieron a una familiar o que aún están en la búsqueda de sus desaparecidos, o a las 750 familias cuyas viviendas resultaron destruidas, que tenía 10 días preocupado por el nivel de las aguas, más que una burla, hoy, es un acto de crueldad y negligencia.
Es que acaso la dura y desgarradora lección que nos dejó el deslave de La Guaira de 1999, ¿no sirvió para nada?
Pues este caso, así como todos los desastres que se han registrado en el país en los últimos años, relacionados a inundaciones y deslaves, nos demuestran que no sirvió.
Todos son consecuencia directa de una inexistente planificación, de la corrupción, de la desinversión y nula acometida de obras como drenajes, limpieza de canales, de cañadas, o reforzamiento de muros de contención, así como de la ausencia total de centros de hidrometeorología, o de estudios de cuencas.
Pero aún no se si fue peor la “preocupación” y falta de ocupación de Nicolás Maduro o las declaraciones infelices del ministro de Interior y Justicia, Remigio Ceballos, quien exigió a los reporteros “no estorbar”, restringiendo su paso a la zona de desastre, para impedir que se revele lo que allí ocurre.
Creo que allí resultaban mucho más útiles los periodistas haciendo su trabajo de informar, que los miles de efectivos militares trasladados a la zona a hacer nada, a consumir logística y como mirones de palo.
De corazón quiero hacer llegar a todas las familias que hoy sufren la pérdida de sus seres queridos, a quienes lo han perdido todo, mis palabras de pésame, mis oraciones y mensajes de aliento.
Y recordar que ese indolente que dijo estar “preocupado” por la situación de Las Tejerías, pero que no hizo nada por evitarlo, es ese mismo que ha permitido nuevas construcciones de la Misión Vivienda en las zonas de riesgo de La Guaira, ese que no ha atendido los reclamos que por años han hecho los residentes que bordean el Lago de Valencia, ni ha movido un dedo por el traslado de cientos de familias que habitan en la zona de subsidencia de Lagunillas.
Sin duda, más que una “preocupación”, lo de Las Tejerías, es pura indolencia.