Para Conejillos, no de Indias, pero si de Cuba, quedamos los venezolanos. El régimen de Nicolás Maduro en una demostración de extrema irresponsabilidad, o lo que es lo mismo, en este caso, de extrema criminalidad, pretende exponer a los venezolanos a un experimento cubano.
El dictador, ya inmunizado con la vacuna rusa, impuso a la gran mayoría del pueblo venezolano, sin elección alguna, a inocularse con un candidato a vacuna, la Abdala, un producto biológico que no cuenta con la aprobación de la Organización Mundial de la Salud, ni revista científica alguna ha publicado algo sobre este candidato a vacuna, salvo Granma, medio para nada científico, por el contrario, un instrumento de propaganda política de Cuba.
No es nada casual que Maduro haya ordenado suspender todo operativo de vacunación de la china o de la rusa, muchos quedaron pendientes por la segunda dosis, para imponer al pueblo vacunarse con la dudosa cubana.
Los académicos de la medicina, el gremio médico venezolano y los científicos han elevado las alarmas por la amenaza y el riesgo que supone esta imposición.
Maduro deja en evidencia sus prioridades, en primer lugar están sus negocios con sus socios cubanos, y por último está el bienestar y la salud del pueblo.
Para nada le importa violar las leyes sanitarias, normas éticas y científicas al introducir al país un producto biológico sin seguir los trámites requeridos por la ley, y mucho más grave, al inocular un producto biológico a seres humanos, sin contar con pruebas científicas de su validez o efectividad.
Lo único que se sabe de fármaco cubano, es lo que ha publicado Granma, medio portavoz del régimen de Díaz Canel, que sostiene: “hace días mostró una eficacia de 92,2 % en los resultados preliminares de la tercera y última etapa de estudios”, unos resultados que nos quieren imponer, pero que difícilmente pueden demostrar.
Lo cierto es que Venezuela, que de acuerdo a la Academia de las Ciencias se encuentra en el peor escenario epidemiológico posible, urge de antígenos de comprobada calidad, efectividad y seguridad, atributos que sabemos no están presentes en el candidato a vacuna cubana que nos quieren imponer.
Y a pesar de la urgencia y las condiciones críticas de la salud en Venezuela, a pesar de las muertes del personal sanitario, aún Maduro no ha dado explicaciones, y sabemos que no las dará, sobre los argumentos de rechazo de la vacuna AstraZeneca (aprobada por la OMS) y del mecanismo COVAX.
Lo más crítico y condenable de este caso es que el negocio transado con Cuba, no se está pagando con dinero del bolsillo de Nicolás Maduro, que reitero está vacunado con la Sputnik, sino con dinero de todos los venezolanos, es decir, que el tipo es tan cruel, criminal y descarado, que no solo obliga a los venezolanos a vacunarse con un producto biológico no comprobado, ni aprobado, sino además que los obliga a pagar para ser ellos conejillos de prueba de tal experimento.
Hablamos de un negocio que ronda los 540 millones de dólares, que para colmo adelantan que tendrá que aplicarse en tres dosis, lo que incrementa aún más su costo, pero es que en definitiva para Maduro puede más el negocio, que el bienestar del pueblo.
Prefiere pagarle a La Habana 540 millones de dólares, que quien sabe Dios de cuánto será su tajada en este negocio, por 12 millones de prospectos de vacunas, que pagar 18 millones de dólares que, según la Organización Panamericana de la Salud, es lo que resta para garantizar las vacunas seguras del programa Covax, lo que se traduce en 11,4 millones de vacunas para Venezuela.
Las matemáticas no mienten y el futuro tampoco, la verdad de todo este negocio, tarde o temprano saldrá a flote y Maduro, más temprano que tarde, tendrá que pagar por todo ello.