Hoy, 28 de agosto, cumplimos ya cuatro años sin poder pisar Venezuela, nuestra Patria, sin poder recorrer las calles de esa ciudad que me vio nacer, mi amada Maracaibo, sin abrazar a mis amados padres y a mi abuela, a los míos, a mis amigos, a mi equipo de trabajo, a mi gente.
Nos embarga la tristeza, claro, extrañamos a los nuestros y lo nuestro, nos duele, pero aunque han hecho todo por quebrarnos, no lo han logrado. Ni hoy, ni justo hace cuatro años cuando la dictadura allanó mi hogar y quiso sembrar de terror a mi familia para dar con mi paradero, no lo han logrado, y no lo lograran.
El 28 de agosto de 2016 salió mi número en esta lotería del terror que vivimos en Venezuela, amenazando e intimidando, aproximadamente a las 10:00pm de la noche de aquel domingo llegó una comisión del Sebin a las puertas de mi casa. Allí se encontraban Yenny, mi esposa, mi primera hija, Amanda Patricia de dos años de edad; sus abuelos maternos y compañeros de trabajo.
Los funcionarios nunca presentaron orden, ni algún oficio que avalara su actuación, ni la amplia movilización, ni el uso de pasamontañas, chalecos antibalas, ni mucho menos armas largas.
“Si en 20 segundos no abren la puerta la vamos a tumbar”, respondió uno de los uniformados cuando mi esposa preguntó quién golpeaba la puerta.
Portaban armas largas, martillos, mandarrias y todo tipo de herramientas para derribar lo que para ellos fuese necesario. Ingresaron alrededor de ocho hombres, pero en las afueras había 30 en más de cuatro camionetas y tres carros.
Luego de horas y días de tensión e incertidumbre ante la acción desmedida ejecutada por la comisión de inteligencia policial, el acoso no cesó.
Han intentado una y mil veces de quebrarnos, pero no lo han logrado, ni lo lograrán.
Mi segunda hija, Lucía, nació en este doloroso destierro, pero acá me he mantenido y me mantendré en pie, luchando por mi país y para que pronto podamos volver a construir una mejor Venezuela. Y para que mi pequeña Lucía, de nacionalidad española, pero de corazón venezolano, pueda conocer a sus abuelos, y pueda amar y correr por las calles de mi Maracaibo que más temprano que tarde, también será su Maracaibo amado.
En esta fecha tan significativa para mi quiero hacer llegar este mensaje a todo mi equipo, a mis amigos y a mi familia: “Gracias por la confianza, por la entrega y su compromiso. Jamás olvidaré toda la solidaridad que han tenido conmigo estos cuatro años que ya llevo en el exilio.
Regresaré al Zulia para continuar nuestra labor, para recorrer cada parroquia, cada municipio y para acompañar a cada zuliano a salir adelante”.
Hoy ruego a Dios para que el próximo agradecimiento, ya no lo haga por cartas, o por redes, ni por mensajes, sino personalmente, para abrazar a los míos, a mis amigos, a mi familia, para convertir mis recuerdos en presente, y volver a trazar planes para mi Zulia querido.
Ya son cuatro años de doloroso destierro, pero no me han doblegado, ni lo lograrán, como tampoco han podido hacerlo con el valiente y noble pueblo zuliano, porque así es nuestra genética.
Sueño con mi Venezuela, con retornar, pero también sueño con recuperarla de este desastre llamado revolución. Ni nos doblegarán, ni lograrán que dejemos de luchar. Mi gente ¡Fuerza y fe!, estoy convencido que lograremos ver de nuevo a nuestro país libre, libre de corrupción y dictadura, libre de caos, libre de hambre, libre de enfermedad y libre de muerte.