“He luchado contra el dominio de los blancos y contra el dominio de los negros. He atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en que todas las personas viven en armonía y con las mismas oportunidades.
Es un ideal que espero vivir lo suficiente para ver hecho realidad. Pero también es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, este discurso, expresado por Nelson Mandela, el 20 de abril de 1964, en medio de su juicio por sabotaje, le valió su sentencia a cadena perpetua, prisión que cumplió aislado en la isla Robben, convirtiéndose en el preso número 466-64.
Recordamos el legado de Nelson Mandela para esta fecha porque precisamente se cumplen 100 años de su nacimiento, y hoy, sus enseñanzas y testimonio de vida, en esta sufrida y golpeada Venezuela, están más vigentes que nunca. Bajo su liderazgo, Sudáfrica se encaminó hacia la democracia, dejando atrás la guerra civil.
Un hombre que cultivó una fuerza interior indoblegable, escogió perdonar y tolerar, y forjó su filosofía de vida en torno a la unión y la inclusión. Ideales por los que luchó y estuvo dispuesto a morir. Tal como lo definen los historiadores, fue el líder correcto en el momento correcto.
Como líder procuró siempre el equilibrio y la equidad, se aseguró para que negros y blancos, xhosa y zulús, ingleses y africanos, comunistas y capitalistas, tuvieran acceso y representación equitativa.
Para Mandela, la democracia se ejercía dando participación a las personas en la toma de decisiones.
Fue legendario en el arte de escuchar, sus análisis los formulaba luego de escuchar todos los argumentos, tenía siempre la capacidad particular de cerrar todas las discusiones.
La decisión final yacía en él, pero se mostró abierto y agradecido por todos los consejos y recomendaciones.
Tuvo un sentido de oportunidad único para determinar cuál era el momento para negociar y cómo hacerlo. Asumió su rol de líder y se enrumbó hacia la negociación, incluso, en contra de sus cercanos, justo en el momento en el que la represión arreciaba. Se arriesgó y comenzó a tener encuentros secretos con el Estado del apartheid. Hasta que finalmente logró su objetivo, acabar con la guerra civil y derrotar el apartheid.
De esos momentos cruciales, uno que nos demostró el verdadero talante de Mandela, fue cuando decidió dejar la presidencia. El poder, fue algo que nunca le obsesionó. Estuvo 27 largos años forjándose como el hombre que algún día dirigiría su país, y una vez que lo logró y alcanzó su objetivo, decidió dejar la presidencia al término del primer período con la satisfacción plena de haberle cumplido al pueblo.
Predicó con el ejemplo y demostró que él no era más grande que la propia investidura presidencial, cumplió su cometido y ayudó a su nación a tomar el rumbo democrático.
Ese fue Nelson Mandela que por su convicción y determinación de acabar con el apartheid fue premiado con el Nobel de la Paz.
Ahora bien, ¿Cuantos Mandela viven en Venezuela?, ¿Cuantos venezolanos, con la convicción de liberar al país de esta cruenta dictadura y rescatar la democracia, están presos?
¿Cuantos sueños de libertad hay en las cárceles y calabozos de Venezuela y en todas las ciudades del mundo donde hay otros tantos venezolanos pagando con el exilio su lucha para destronar al dictador?
Un pensamiento que también está presente en millones de venezolanos que llevan más de 20 años soñando y luchando por su libertad.
Pues llegó la hora de sumar todas estas fuerzas y pensamientos, y reunificarnos como un solo puño en torno a un único objetivo: poner fin a esta nefasta dictadura que tanto mal ha hecho a los venezolanos.
No pedimos paciencia, pero si rogamos a Venezuela que no pierda la esperanza, porque aunque el panorama luzca oscuro y confuso, hay una legión de venezolanos convencidos que la democracia retornará, por eso nos atrevemos a afirmar que el espíritu de Mandela está presente en cada uno de los venezolanos que sueñan con una Venezuela libre, democrática y prospera.