Se viene el carnaval y el único que lo quiere celebrar es Nicolás Maduro, el Rey Momo de Venezuela y su consorte. Un carnaval sin justicia, ni libertad, sin agua, sin electricidad ni comida, sin medicinas, con familias divididas, con hiperinflación, sin calidad de vida y sin gasolina, un carnaval sin sonrisas, una fiesta en la cual el único payaso que se empeña en sonreír de forma forzada y patológica es su Rey Momo Maduro.
Un país para el cual no hay mascara capaz de ocultar su tristeza y desesperación, un país sumido en la pobreza y la improductividad, con empresas quebradas, expropiadas y una economía depauperada, pero como un mal chiste, el dictador ordena un día adicional de asueto, para, según él, renovar “energías para seguir la lucha por la felicidad de la Patria”. Una frase tan falsa como su disfraz de militar.
La Patria en medio de su desesperación lo que quiere es cambio y libertad, quiere trabajar y que su dinero le alcance, una Patria que exige castigo para quien la ha maltratado y vejado, no quiere días libres, con eso no resuelve sus necesidades, tampoco quiere saber más de colectivos armados que se disfrazan de trabajadores, ni de dictadores que se burlan de sus militares usando un disfraz de uniforme, ni de chavistas disfrazados de oposición que venden su alma al mejor postor.
La Patria, así no lo quiera reconocer el Rey Momo, lo que quiere es calle, no para festejar, si para protestar.
Protestar como lo están haciendo los valientes ciudadanos de los estados Mérida y Táchira, que cansados ante tanto maltrato y violación de sus derechos salieron a manifestar su descontento.
Y ese descontento no se frena ni con disfraces, ni asuetos, ni máscaras, ni manipulación. Los venezolanos están hartos, y ese hartazgo lo expresan en las calles.
Esta lucha por la libertad de nuestro país la lograremos cuando se conjuguen varios factores: el apoyo internacional, que ha sido determinante para ejercer la presión en contra de este régimen criminal; nuestra única institución legítima, la Asamblea Nacional, a quien le corresponde jugar un rol fundamental para trazar la ruta y las condiciones para unas elecciones libres, independientes y transparentes; los partidos políticos para organizar electoralmente al pueblo, y los ciudadanos, quienes desde cada esquina, cada calle, enfrenten sin miedo al tirano para expresar su descontento y hacer escuchar su voz.
Las manecillas del reloj de la democracia en Venezuela son indetenibles, no hay amenaza, cárcel, ni retaliación del régimen que las detenga. Las sanciones internacionales en contra del régimen de Nicolás Maduro y sus cómplices del mal no se detendrán, por el contrario se acelerarán y arreciarán, la labor de nuestros diputados de la AN por configurar un árbitro creíble tampoco cesará, como nada ni nadie detendrá el espíritu de cambio que despertó en el pueblo venezolano.
Sus tácticas dilatorias y de distracción ya no le funcionan, no hay disfraces, ni asueto, ni payasadas, ya no hay cabida a falsas promesas, nada detendrá la cuenta regresiva que ya tiene encima el payaso mayor: El Rey Momo Maduro.