Según el distorsionado imaginario del ególatra y corrupto dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, la crisis humanitaria que el mismo provoco, se resuelve con un pedazo de pernil. Para él, eso es lo que vale el bienestar de los venezolanos.
Por Lester Toledo
Otro año en el cual Maduro repite la infeliz fórmula, la de los perniles, que a los únicos que hacen felices es a quienes los negocian y reparten comisiones entre los cómplices de la corrupción, el resto de la historia ya nos la sabemos y la hemos visto, los que reparten se quedan con la mejor parte, mientras que el pueblo hambriento es sometido a inclementes e indignas colas para solo recibir los pellejos y los huesos.
Una formula surrealista y tercermundista de pan y circo para silenciar por una noche, los gritos de dolor y reclamo de todos estos años. Para callar el llanto de cientos de familias venezolanas cuando pierden un hijo afectado por la desnutrición, o la muerte de un ser querido por falta de medicinas, o el reclamo de una comunidad porque no hay electricidad, ni agua, ni gasolina, ni gas doméstico, o porque el dinero no le alcanza para vivir.
Los venezolanos no quieren que le regalen comida, lo que en verdad quieren es alcanzar su libertad. Quieren sentirse libres de poder tener trabajo con un sueldo digno, quieren comprar lo que quieran porque su sueldo le alcanza para ello, quieren tener la posibilidad de, que con su propio esfuerzo, comprar una casa o un carro, quieren que sus hijos puedan ir a una universidad abierta y digna para estudiar la carrera que deseen, eso es libertad, y eso no se compra con un pernil.
Lo del pernil es un insulto a la inteligencia y la dignidad del pueblo venezolano, una verdadera contradicción ante la realidad desnudada por Cáritas de Venezuela, que reveló que la desnutrición aguda severa en niños menores de cinco años se elevó a 100% en 14 estados del país. Además de ser un negoción de pocos para el cual aprobaron 12 millones de euros. Dinero que en vez de estar dedicado a salvar vidas, a dotar hospitales o mejorar la infraestructura de servicios, será empleado para llenar los bolsillos de los corruptos, Maduro y su entorno incluido, es decir para dar pan por un día a unos pocos, mientras que el resto seguirá muriendo de mengua.
Lo que no ha entendido Maduro es que no hay felicidad sin libertad, que la felicidad no se compra con un pernil ni con una caja CLAP y que la libertad se logrará con el fin a la usurpación. Porque mientras el usurpador habita en un ecosistema extremadamente resguardado, lujoso y complaciente, tras unos muros construidos con ladrillos de corrupción, narcotráfico y muerte, afuera, en la Venezuela real, nuestros niños agonizan de hambre, los pacientes mueren en los hospitales porque no hay insumos, el Bolívar sucumbió de tanto golpe y devaluación, cientos de presos políticos son torturados y sin justicia, millones de venezolanos se ven forzados a salir por las fronteras, otros tantos pasan horas y hasta días para surtirse de gasolina, no tienen agua, ni gas domésticos. Y resulta que ante este viacrucis de males, el infeliz dictador propone perniles como fórmula de la felicidad, de su felicidad, más no la del pueblo.
Un Maduro que decidió ignorar el caos que desata este tipo de medidas populistas, que en medio de este caos, Alexandra Conopio, una joven venezolana de tan solo 18 años de edad y con cinco meses de embarazo fue asesinada la noche del 31 de diciembre de 2017 por un efectivo de la Guardia Nacional mientras estaba en cola a la espera del prometido pernil.
La libertad ni la felicidad yacen en un pernil, ni en una caja de comida de mala calidad. Con un pernil no se detiene el éxodo, ni se sacian las necesidades. Un pernil no hará a los venezolanos más libres ni más felices, el bienestar de un pueblo, y por ende esa anhelada de felicidad, se da cuando sus ciudadanos pueden adquirir lo que necesiten sin controles, condiciones ni restricciones, cuando sus ingresos le alcancen para satisfacer sus necesidades y la de su familia, cuando se sientan libres de expresarse sin el temor de ser encarcelados por ello, cuando pueden prosperar y no se vean forzados a buscar su futuro fuera de las fronteras, cuando sientan de nuevo esperanza, allí está la felicidad, en sentirse de nuevo libres.
Un pueblo sometido a más de 20 años de abandono, deterioro, dictadura y miseria, hoy lo que reclama es libertad, cambiar su realidad, salir de la crisis humanitaria y ver el fin de esta pesadilla socialista.
La libertad está en el cese de la usurpación y el fin del socialismo, y hasta lograr este propósito, no desmayaremos en nuestra lucha por rescatar la democracia de Venezuela, porque estamos convencidos que rescatando la democracia, devolveremos la esperanza y la libertad a los venezolanos.