Los mismos hipócritas que impidieron a fuego y balas que pasaran cientos de toneladas de comida y medicamentos de carga humanitaria por ese puente fronterizo, son los mismos que hoy se visten de gala y sonrisas falsas para abrazarse y reabrirlo. Toda una ironía.
Y es que esta semana lo que vimos, principalmente en Cúcuta, entre Fredy Bernal por el lado venezolano y Gustavo Petro, del lado colombiano, fue un verdadero circo y una tragicomedia.
No podemos olvidar que sobre ese mismo puente Simón Bolívar, cuando esperanzados nos disponíamos a abrir un corredor humanitario el 23 de enero de 2019, fueron los colectivos comandados por el propio Bernal, entonces “protector” del Táchira, quienes incendiaron criminalmente dos camiones cargados de ayuda que iban para el pueblo venezolano. Y hoy, se atreven a decir, que por humanidad, la reabren. Repito, toda una ironía y un supremo acto de hipocresía.
Porque no debemos perder ni la memoria, ni las perspectivas. El cierre de la frontera con Colombia se dio por decisión unilateral de Nicolás Maduro Moros.
Recordemos lo que pasó en localidades como Mi Pequeña Barinas de San Antonio del Táchira en agosto de 2015, cuando Maduro lanzó sus comandos de la Operación de Liberación del Pueblo (OLP) en contra de los hermanos colombianos que habitaban en esa franja fronteriza para intimidarlos, saquear sus pertenencias, demoler sus casas, expulsarlos y deportarlos. No podemos olvidar la dolorosa imagen de miles, casi 22 mil colombianos, retornando a su país con sus pertenencias y niños a cuestas por las trochas y el río.
Tampoco debemos olvidar que tanto el cierre de la frontera y ahora su reapertura, lo que ha representado y representa hoy, es el gran negocio para quienes mantienen el control de esta.
Y si me permiten, quiero retomar un episodio que me tocó palpar en esa misma frontera, al norte del Departamento de Santander del lado colombiano, porque no me lo contaron, yo lo viví, en este mismo tramo que hoy vistieron de banderas, fiesta, colores y abrazos.
Fue en abril de 2019 que estuve bajo ese puente para constatar las condiciones de miles de venezolanos que estaban saliendo por la frontera, y me tropecé con otra tragedia aún mayor, la de la extorsión y cobro de vacuna para condicionar el paso por las trochas ejecutadas por bandas criminales que estaban a la orden de Fredy Bernal.
En pesos y en dólares los colectivos del “protector” extorsionaban criminalmente a los venezolanos, que necesitados de comida o medicinas cruzaban hacia Colombia. Una operación que le generaba a este emisario de Maduro y a sus delincuentes, unos US $3.600.000 por mes, a razón de un promedio de US $120.000 por día.
Desde ese entonces, lo dijimos, el cierre de la frontera, y hoy la decisión de su reapertura, no obedeció y no obedece a temas de humanidad, ni a nacionalismo, ha sido y es un negocio y un tema a conveniencia del régimen, que como siempre lo ha hecho, jugar con la necesidad y la urgencia del pueblo venezolano.
Se trata entonces de una determinación es “netamente política”, una negociación ganar – ganar entre Maduro y Petro, solo ellos ganan. El primero busca empoderamiento político y reconocimiento internacional, y el segundo busca aliados para Colombia que le permita entablar diálogos de paz con la guerrilla del ELN, que también tiene presencia en territorio venezolano.
Nunca hubo una motivación humanitaria tras esta reapertura que hoy celebran, todo lo que se ha dado son actos de descarada hipocresía.