Así está el dictador, a punto de caer, no sólo por maduro sino por podrido, solo unos hilos tejidos por un sector de la Fuerza Armada y por una porción de su régimen, lo mantienen aún en el poder.
En las bases de ese árbol llamado Venezuela, están los ciudadanos en la calle que ya cuentan 76 días moviendo fuerte las ramas, junto a aquellos que desde el exterior se han dado a la tarea de concertar el apoyo de otras naciones y organismos. Pero, no hay dudas, que son estos últimos palazos asestados por la fiscal Luisa Ortega Díaz, junto a otros pronunciamientos y deserciones del chavismo; los que más han debilitado aún más a esa fruta madura que está a punto de caer.
Con el más reciente recurso interpuesto por la Fiscal General, de solicitar el antejuicio de mérito contra ocho magistrados de la Sala Constitucional del TSJ, Ortega determinó quienes realmente conspiran en contra del régimen. Y es que quedó claro que son precisamente estos magistrados quienes han minado el orden constitucional y el estado de derecho en Venezuela, y no la “ultra derecha fascista” ni el “intervencionismo yankee” que tanto han acusado.
Hablamos de seres complacientes y serviles, que se han convertido en los sepultureros de nuestra democracia, que han enterrado en un hondo foso a la justicia, al derecho, a las instituciones, a las libertades, los derechos humanos y la autonomía de los poderes.
Pues es a estos magistrados: Juan José Mendoza, Arcadio Delgado, Carmen Zuleta, Calixto Ortega, Luis Damiani, Lourdes Suárez; y los suplentes, Federico Fuenmayor y René Degraves; todos de origen irrito y de actuar delincuencial, a quienes se les debe destituir y enjuiciar por ocasionar daños irreparables a la forma republicana de la Nación.
En esta conspiración contra la Nación, muchos son los cómplices y autores que también merecen ser señalados, enjuiciados y castigados: Nicolás Maduro Moros, Vladimir Padrino López, Diosdado Cabello, Tareck El Aissami, Tarek William Saab, Néstor Reverol y Antonio Benavides Torres, entre otros tantos, por el ultraje a nuestro Estado de derecho, sembrar el odio, la miseria y la muerte en nuestro país.
Esa fruta, por madura y por podrida, está que se cae, el punto de quiebre está más cerca de lo esperado, y el régimen lo presiente. Por ello la respuesta represiva es cada vez mayor, más violenta y agresiva, por ello ya ni disimulan la complicidad de las Fuerzas Armadas con los grupos paramilitares violentos, roban, causan daño a inmuebles y ejecutan acciones vandálicas a sus propias instituciones. Acciones que se han ejecutado sin que los cuerpos de seguridad aparezcan para intentar frenar estos desmanes, mientras que para reprimir a la oposición han demostrado que no tienen escrúpulos, ni freno alguno.
La presión de calle no debe parar, la acción de los organismos internacionales no debe frenarse. En los próximos días, veremos nuevas movidas, nuevoas deserciones y pronunciamientos que los resquebrajaran más. Está a punto de caer, y el dictador lo sabe.