La farsa prevista por Nicolás Maduro para el próximo 20 de mayo en Venezuela es una reedición del fraude cometido por Daniel Ortega en Nicaragua el 6 de noviembre de 2016, ambos son y serán procesos donde la gente vota pero no elige.
Tal como ha sucedido en nuestro país, con el mismo guion, Ortega, se valió de la Suprema Corte de Justicia y las autoridades electorales, para sacar del juego político a los liberales y asegurar la supremacía de su partido, sembró el terror y la muerte, persiguió y encarceló a la disidencia, todo para asegurarse como el todopoderoso de Nicaragua.
Pero Venezuela y Nicaragua, no solo se asemejan por la obsesión insana de supremacía de sus dictadores, sino también por la sed de cambio y por el hartazgo expresado por los venezolanos y nicaragüenses en las calles. Pueblos conscientes de que la vía electoral no se hace suficiente para lograr el cambio, que decidieron reclamar en la calle sus derechos, y por ello les ha tocado pagar el costo con sangre, tortura, muerte y cárcel.
Los venezolanos se vieron reflejados en ese pueblo centroamericano que salió con fuerza y sin miedo a reclamarle al tirano sus desmanes y a exigir el fin del absolutismo de los Ortega. Una protesta que se inició hace ya siete días ante la imposición de una reforma a la seguridad social, sin embargo, el descontento por once años de sometimiento, de abuso de poder y corrupción llegó a su límite, y lo que vimos en las calles de Managua, Masaya, Granada, Chinandega, León y Carazo fue un grito colectivo que le exigió al nefasto de Daniel Ortega dimitir.
Y esa misma indignación y hastío movió al pueblo de Venezuela durante las protestas de 2017, pero también lo estamos viendo hoy día en el rostro de esa madre que despierta con la angustia de no saber, ni tener para darle de comer a su familia, o la impotencia de aquel padre que, aunque vaciándose sus bolsillos, no logra comprar la medicina de su pequeño enfermo, o del abuelo que tiene que amanecer en colas para obtener una fracción de su pensión en efectivo, o del joven que tiene que caminar o montarse en camiones porque no tiene dinero ni transporte digno que le permita llegar al trabajo o a la universidad, o ese descontento que se está alimentando a diario por los apagones y las fallas de los servicios básicos.
Y ante el reclamo de los ciudadanos en la calle, la reacción de ambos dictadores, el venezolano y el nicaragüense, ha sido similar.
Ambos han recurrido a las mismas formulas, persiguieron a la dirigencia opositora, anularon a los partidos opositores, acabaron con la autonomía de los poderes, han usado a sus esbirros uniformados para sembrar el terror y el miedo en la población, se han enriquecido a expensas de un pueblo que sufre de inanición, han manejado a su antojo los poderes judicial y electoral, la han emprendido en contra de la iglesia, han cerrado y censurado medios para que la verdad y la realidad no trascienda, sus políticas de Estado se han basado en el sectarismo y el populismo, cualquier parecido entre estos dos personajes, no es coincidencia.
Pero también estos dos personajes coinciden en sus miedos, ambos han demostrado cobardía ante la presión internacional y un pueblo firme en la calle. Y es que Venezuela y Nicaragua cuentan con ambos factores de apoyo. Sin embargo, en el caso venezolano, se hace necesario y urgente, ir más allá, hay que reaccionar. Retomar la calle y por la vía de la presión popular frenar la estafa que pretenden cometer en menos de un mes.
Ante todo este oscuro escenario, urge aumentar además la presión internacional, con mayores y más efectivas acciones. Por ello pedimos a las naciones demócratas y a los organismos multilaterales a que no bajen la guardia y ejecuten a la brevedad las sanciones en contra de todos los funcionarios corruptos y violadores de Derechos Humanos del régimen venezolano, uno a uno lograremos acorralar al dictador.
La crisis se agudiza día a día y no vemos por ningún lado la intención del régimen de tomar correctivos, por ello insistimos, la salida de la crisis en Venezuela pasa por la salida del dictador, no hay vuelta atrás.
Un dictador que por la obsesión y la ambición de perpetuarse se niega a aceptar ayuda humanitaria para un pueblo desnutrido y enfermo, no merece seguir en el poder, y por ello, hasta lograr su salida, no desmayaremos en nuestra misión de rescatar a Venezuela y enrumbarla nuevamente por la senda del progreso y la democracia.
A mis hermanos venezolanos no perdamos la esperanza, debemos seguir luchando sin desfallecer. Tomen como cierta y seria nuestra afirmación cuando le decimos que el final del régimen está cerca, así que ¡Fuerza y Fe! Venezuela.