La intolerancia es la principal señal de la existencia e instauración de un régimen dictatorial. Un dictador se vuelve intolerante a la crítica, venga de donde venga, sin distingo de edad o de género, influyente o no, con seguidores o no, una abuela o un adolescente, con intención o sin ella, ya sea que provenga de alguna red social, una cadena de WhatsApp, un tuit, un post, un meme y hasta un TikTok. Nada que luzca a crítica tiene cabida en el universo del dictador, ni siquiera el humor.
Lo que el régimen y su fiscal bufón demostró al ordenar la detención de Olga Mata de 72 años y al hacer efectiva la detención de su hijo Florencio Mata, acusándolos “por la comisión del delito de Promoción e Instigación al Odio”, solo por el hecho de difundir una sátira en la red social TikTok, es la señal más clara de que estamos en una férrea dictadura, así muchos aún insistan en lo contrario, y se atrevan a decir que no hay dictadura en Venezuela, pero si luego de esto todavía siguen pensando lo mismo, que se revisen seriamente.
Pero es que constitucionalmente, ni a la luz de los Derechos Humanos, grabar y difundir un video ejerciendo el derecho a la libertad de expresión en su dimensión individual y social, a través del humor, no es motivo de detención, ni de persecución, porque sencillamente no es delito. Solo es considerado delito en la dictadura que hoy rige en nuestro país.
Antes de todo este alboroto, poco sabíamos de Olga Lucila, la señora de 72 años que grabó el referido video humorístico, y que para colmo era una parodia, un audio que ni siquiera era de ella, para ella y para su hijo era solo un chiste, un chiste del que ya mucho se habían reído, pero el gran detalle, que no tomaron en cuenta, ni Olga, ni Florencio, era que el régimen odiaba el humor y odiaba más la crítica, sobre todo cuando ésta alcanzaba a figuras para ellos intocables como Nicolás Maduro, Tarek William Saab, Diosdado Cabello, Iris Varela y Cilia Flores.
Seguro estamos que en el pensamiento, ni en la intención, ni en el ánimo de Olga, ni en el de Florencio, al momento de grabar este video de una doña vendiendo arepas, jamás pasó eso de instigar al odio, y mucho menos desear la muerte de nadie. Para ellos era un chiste, pero para los mencionados en el video, resultó ser un muy mal chiste.
A tal punto que desataron sus demonios de venganza, en contra de estos dos venezolanos desvalidos, al hijo lo detuvieron y acusaron, y a la madre la obligaron a grabar unas disculpas públicas por un delito que nunca cometió, porque su intención era hacer una broma.
Ahora pregunto yo, ¿Acaso se puede instigar aún más al odio, al rechazo y al repudio a seres tan detestables como estos intocables?, yo no creo, pero en todo caso de sentirlo, no sería en ninguna circunstancia un delito.
Delito es perseguir, acosar, torturar a quienes disienten, delito es mantener tras las rejas a cientos de presos políticos, delito es violar a diario los derechos humanos de los venezolanos, delito es jugar con el hambre de la gente, es someterlos a racionamientos de electricidad criminal, es racionarles el agua, el gas y la gasolina, eso sí es delito. El humor, no lo es, y solo es delito en dictadura. Y todavía dicen algunos que en Venezuela no hay dictadura, eso sí es un chiste, aunque a Tarek y a Maduro no les guste.