Desde el pasado 9 de agosto, el mundo, y en especial los venezolanos, hemos quedado cautivados con las imágenes de miles y miles de ciudadanos en las calles de Bielorrusia.
Una pequeña nación ubicada a miles de kilómetros de Venezuela, pero con más similitudes que diferencias. Sus historias están entrelazadas gracias a la amistad que se forjó entre el polémico y autócrata presidente Alexander Lukashenko y el extinto y no menos polémico, Hugo Chávez Frías, personajes que compartían amistad y negocios con Cuba.
Al hablar de Lukashenko referimos a un régimen dictatorial que ha permanecido en el poder desde hace 26 años, cuyo rostro ha estado presente en las boletas de votación a lo largo de unos seis eventos electorales.
Y es precisamente, los dudosos resultados del más reciente evento electoral desataron la furia y la frustración de estos ciudadanos que, como señal de hartazgo ante los abusos del dictador europeo, han salido con determinación a las calles de Minsk y de las principales ciudades de esa nación para gritar fraude.
Según el escrutinio oficial, determinado por la autoridad electoral de aquel país, de cuestionable autonomía e independencia, al igual que el CNE venezolano, le dio el triunfo a Lukashenko con más de un 80% de los votos, mientras que a su principal contendiente, Svetlana Tikhanovskaya, le dio poco más del 9%.
La oposición en aquel país cifraba sus esperanzas en esta mujer de nombre Svetlana, esposa de otro contendiente político del dictador, pero que fue apresado poco antes de las elecciones. Ella se presentó a última hora como candidata de la oposición, y para sorpresa del dictador, contaba con una creciente popularidad. Hoy por la persecución y ante las amenazas en contra de su vida, también tuvo que huir de Bielorrusia.
La represión criminal en contra de las manifestaciones, la persecución y el encarcelamiento de los líderes de oposición, el control y manipulación de la voluntad popular, la aniquilación de la oposición, son estrategias que aquel régimen y el de Venezuela, han aplicado por igual.
Como dato curioso, mientras las naciones demócratas del mundo, rechazaban y condenaban este evento electoral y sus resultados, y declaraban ilegítimo al gobierno del mandatario bielorruso, uno de los primeros que saltó para reconocer al ilegitimo como legítimo, fue el ilegítimo y usurpador, y no menos dictador, Nicolás Maduro. Pues el de aquí y el de allá, están marcados por la sombra del fraude y la ilegitimidad.
En Bielorrusia la jornada electoral del 9 de agosto se llevó a cabo sin observadores independientes, y varios medios evidenciaron denuncias sobre las irregularidades cometidas. Es que hubo hasta un apagón del internet durante varios días, los resultados fueron ofrecidos al día siguiente del evento electoral. Aquí es donde cabe la coletilla: Cualquier parecido con la realidad de Venezuela, no es coincidencia.
Pero vamos más allá y revisemos que nos dice la historia de la relación entre este país sudamericano y esta ex república soviética.
Se señala que fue durante la cumbre de los Países No Alineados – NOAL, que se llevó a cabo en La Habana, Cuba, en el año 2004, que Lukashenko se interesó en América Latina, valiéndose de su aliado Cuba. Es así como llega a Venezuela y estrecha amistad con Chávez.
Bielorrusia exportaba fertilizantes y maquinaria pesada, principalmente armamento militar, mientras que Venezuela exportaba petróleo.
Otra similitud, y ésta es más actual, tiene que ver con el mal manejo que han tenido hacia la pandemia por la COVID—19, que habla del desprecio que manifiestan estos dictadores ilegítimos hacia sus ciudadanos.
Lukashenko llegó a sugerir combatirlo con vodka, con saunas y trabajo duro, nunca impuso cuarentena estricta, prosiguió con su campeonato de fútbol y mantuvo abiertos sus cines y teatros.
Por supuesto esto derivó en más de 70 mil personas contagiadas y cientos de muertos, sin dejar de destacar que el eterno candidato realizó mítines electorales y reuniones sin ningún tipo de precaución ante el virus.
No muy diferente a los desatinos de Nicolás que insiste en mentir sobre el número de casos de contagio que se registran en nuestro país, que designa a un fracasado cantante el control de un centro de atención de pacientes, que se ha convertido en el rey de la improvisación, que se la pasa culpando a otros por sus errores y fracasos, que oculta el verdadero número de muertes, y que pretende arreciar el control sobre los ciudadanos, tomando como excusa la pandemia.
La otra coincidencia entre ambos ilegítimos, es que el de acá trama llevar adelante otro megafraude electoral para el mes de diciembre, reprimiendo la calle, persiguiendo a la disidencia, anulando a la oposición, creando partidos a su medida y conveniencia y manipulando con anticipación los resultados, amén de ya haber sido deslegitimado por decenas de naciones demócratas.
Tal como hemos dicho, “cualquier parecido no es coincidencia”, la única coincidencia real es que los ciudadanos están hartos, hartos de fraude, de crisis, de maltrato, de represión, de corrupción, hartos de la ilegitimidad, y que aquí y allá están dispuestos a expresarlo en las calles, sin miedo y de frente hasta lograr el anhelado cambio.