El corazón se nos paraliza y el alma nos duele profundamente cada vez que recibimos la fatal noticia de la muerte de otro niño en el Hospital JM de los Ríos de Caracas.
Al inicio del mes de mayo en ese hospital contabilizaban 30 niños cuyas vidas dependían de un trasplante, de una medicación especial o de algún procedimiento específico, la condición de salud y la esperanza de vida de estos pequeños no solo se agravaba por la crítica escasez de insumos y medicamentos que ya desde hace años provocó la dictadura, sino además por la indolencia de este régimen, que con su inacción demostró, una y mil veces, que poco o nada le importa la vida de los venezolanos.
Hoy esa indolencia nos pone al frente de una nueva matanza de niños, de pequeños venezolanos cuyas vidas se apagaron ante la mirada impotente de unos padres que lo dieron todo para mantener la esperanza en ellos, pero que, lamentablemente, en numerosos casos, perdieron esa batalla por la vida.
Son niños, con nombre y apellido, a quienes Maduro truncó su futuro, que tenían padres y madres amorosos, con abuelos y hermanos, cuya partida inesperada, dejó una honda huella de dolor y vacío en sus hogares. Hablamos de 14 pequeños del Hospital JM de los Ríos que han fallecido en lo que va de año esperando su debida atención, ellos son Diego García de 13 años, Marianyi Serrano quien falleció a los 5 años de edad, Giovany Figuera de 6 años, Robert Redondo de 7, Mariángel Romero 15 años y Frandynson Torrealba de 7 añitos; Juan Sebastián Arnao quien falleció antes de cumplir su primer añito y Harold Alcalá de 11 años, hablamos de Víctor Pacheco de 13 años y Noemí Oliveros de 15 años, Yeiderbeth Requena que murió de 7 años, Erick Altuve de 11, Yoider Carrera de 2 años y el más reciente fallecimiento, el de Nicol Díaz, una bebé que falleció a los 3 meses de nacida.
Todas estas muertes, por tan solo mencionar los casos de una sola institución de salud de gobierno, muestran a Nicolás Maduro como el Herodes venezolano, un criminal que lleva en sus manos la sangre de todos estos pequeños y que con gran indolencia y frialdad ha convertido a nuestro país en una gran morgue.
Un Herodes que prefirió invertir el dinero del Estado en más armas y muerte, y no en salud y transplantes que significaban la vida para estos pequeños a quienes sin reparo les arrebató su esperanza de vida.
Que no se nos olviden nunca los nombres de estos niños, por ellos debemos continuar luchando, para que no muera uno más, para que en Venezuela haya atención médica de calidad, un país donde todos tengamos los mismos derechos.
Esa es la razón de ser de la Coalición Ayuda y Libertad, salvar vidas, y por todos estos hoy ángeles, aunque la dictadura se empeñe en negar la crisis, en rehuir de su responsabilidad en cada muerte, desde la Coalición damos un paso al frente para ayudar a como dé lugar a estas familias y a estos pequeños que hoy sufren.
El Hospital JM de los Ríos hoy es la punta del iceberg de la aguda crisis que afecta a todo un país, donde 7 millones de venezolanos están en peligro de muerte de acuerdo a la ONU y donde, según reportes de Codevida, 18.7 millones no tienen acceso a la salud. Esa es la gran verdad tras las lamentables muertes de estos niños que tanto nos han dolido.
A cada familia cuyos corazones se encuentran desolados por estas irreparables pérdidas, nuestras oraciones pero también nuestro compromiso. Sepan que no están solos.
Reafirmamos nuestro compromiso para hacer frente al usurpador, para hacer lo que haya que hacer para cesar la usurpación, propiciar un gobierno de transición y lograr elecciones libres. Única salida para poner fin a esta mortandad que tanto dolor causa en el corazón de Venezuela. Ni un niño más.