Y es que así somos los venezolanos, somos hermanos, somos aliados, de buen corazón, trabajadores, bondadosos, generosos, solidarios, eso somos, los venezolanos no somos el enemigo.
Por ello, a todas las naciones del mundo que están recibiendo a raudales a nuestros hermanos venezolanos, que con sus caras de espanto, dolor, incertidumbre, nostalgia y desesperación, decidieron dejarlo todo para salvar sus vidas, para ellos, pedimos tolerancia, respeto y solidaridad.
Los hermanos que tomaron la valiente y desgarradora determinación de partir, no lo han hecho por el gusto de viajar o de aventurarse, no, lo hicieron por necesidad, para sobrevivir, para salvar a sus familias, lo hicieron por el hartazgo, por el dolor de ver cada vez más destrozado nuestro país, por ver a sus padres, hermanos, abuelos, tíos, obligados, por las circunstancias, a hacer extenuantes colas para cobrar sus pensiones, comprar un paquete de harina, leche, pan, la medicina para controlar la diabetes o la tensión, o para comprar papel higiénico.
Los hemos visto, y hemos acompañado en su andar. Hace poco más de un mes estuvimos en el Puente Simón Bolívar y el Puente de Ureña en el norte de Santander, para solidarizarnos con esos hermanos, y resulta tan doloroso ver ese deslave humano salir espantado del país.
Unos parten más preparados que otros, unos con más dinero que otros, algunos van con toda su familia, el grueso parten solos, dejando a los suyos en Venezuela, con la promesa de ayudarles apenas logren un trabajo, pero a todos los une el dolor, la tristeza y la determinación de buscar algo mejor.
Quienes no alcanzan montarse en un bus o en un avión, salen a pie. Así es, a pie. Van en fila, al borde de las carreteras, cargando en la cabeza sus pesadas maletas, uno a uno representando una historia de dolor, desafiando el frío, las condiciones adversas, los riesgos, y con sus pies heridos por el extenso y duro camino.
El estómago les reclama comida, sus gargantas agua y sus cuerpos, descanso, sin embargo, la esperanza de encontrar algo mejor mantiene a estos caminantes con el paso firme desde Cúcuta hasta llegar a Ecuador, o hasta un próximo punto, aquel destino donde logren establecerse y trabajar.
Es una larga y penosa procesión la de los buscadores de esperanza, esa que perdieron por culpa de Nicolás Maduro, que con su cruel dictadura, ha desatado esta diáspora que ha dejado sin padres, hermanos, hijos y sin madres a miles de hogares venezolanos.
Pero más duro aún resulta para los venezolanos, que luego de sortear tantos obstáculos y vicisitudes, les toque enfrentar al fantasma temible de la xenofobia, les toque enfrentar el rechazo de hermanos latinoamericanos y europeos.
Venezuela tiene toda una historia de solidaridad hacia los inmigrantes, que en distintas épocas llegaron para sembrarse junto a sus familias en esta tierra y soñar nuevamente con un futuro.
Hoy le toca el turno a los venezolanos, hoy ellos necesitan una mano, porque son nuestros hermanos quienes están sufriendo los rigores de una crisis humanitaria sin precedentes, son ellos quienes temen morir de hambre o ver morir de hambre a los suyos, son ellos que están viviendo en medio de una dictadura criminal, despiadada y asesina, son ellos que en estos momentos urgen de la ayuda, de la solidaridad.
Por ello pedimos a nuestros hermanos colombianos, chilenos, mexicanos, peruanos, ecuatorianos, españoles, brasileños, a todos en el continente y fuera de él, tolerancia y solidaridad. El dolor por dejar atrás todo, ya es suficiente castigo como para también soportar la xenofobia.
Y a los mandatarios de las naciones receptoras y de paso, solicitamos que en lugar de aumentar las trabas burocráticas, faciliten la llegada y paso de los venezolanos, porque repetimos, no somos el enemigo, somos aliados. El enemigo es uno sólo, y está en Miraflores. A ustedes les convocamos a retomar las acciones de presión y castigo contra el dictador para recuperar nuestro país y restablecer la democracia. No ejerzan acciones en contra de los venezolanos, sino en contra de la dictadura, esa es nuestra petición, porque al final del día, no somos enemigos, somos aliados.