Y no es un show mediático ni una campaña de manipulación internacional en contra de Venezuela, como lo ha pretendido desmeritar el culpable de esta debacle, no, son cifras reales, son padres, madres, abuelos e hijos de Venezuela que para salvar sus vidas y la de los suyos, han decidido partir, al principio, la mayoría viajaba por avión, luego en largas caravanas de autobuses, y en la medida que arreciaba la crisis, han salido del país por sus propios pasos.
Son esos caminantes, esos miles de venezolanos que paso a paso, en ríos humanos recorren los márgenes de las carreteras de la cordillera de Los Andes, enfrentando frío, hambre, dolor, nostalgia y enfermedad, que con sus testimonios y fe de vida, le contaron al mundo la tragedia de vivir en Venezuela, una verdad tan bestial y cruel, que ninguna farsa ni plan de la dictadura, como ese mal chiste de “vuelta a la Patria”, va a ocultar ni revertir.
La crisis en Venezuela no se alivia con mentiras, maldad, ni manipulaciones, esto solo la agudiza, y lamentablemente Maduro ha hecho todo para agudizarla. Lo que hace al dictador, no solo una amenaza para los venezolanos, es una amenaza para todos los latinoamericanos.
Cuando hablamos de una crisis de niveles continentales nos fundamentamos en las cifras reales y consustanciadas con la realidad, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre 2015 y 2017 la cantidad de venezolanos en el exterior pasó de 700.000 personas a más de un 1,5 millones distribuidas por el mundo, cifras que van en ascenso.
Para el segundo trimestre de este año, el Grupo de Lima presentó un impactante informe sobre el movimiento migratorio de Venezuela, flujo que se ha incrementado desmesuradamente en los últimos dos años. Pero detallemos las cifras oficiales de migración de venezolanos entre 2017 y 2018:
A Argentina 82.000 venezolanos
A Brasil 50.000
A Colombia 800.000
Costa Rica 4.000
Chile 160.000
Guatemala 15.650;
México 65.784
Panamá 65.415
Paraguay 2.893
A Perú 298.559 venezolanos.
Hasta junio de este año la ONU estimó que 2,3 millones de venezolanos han salido de su país, principalmente con rumbo a Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Chile.
Estas son cifras que no se detienen y que se catapultaron con las absurdas medidas económicas impuestas por el dictador. Es aquí donde radica la amenaza.
Y es que la imposición de un instrumento de dominación política como el carnet de la Patria, la eliminación de cinco ceros de la moneda nacional, la intervención en las remesas para hacerse a la fuerza de los dólares que no tienen, la prohibición en el manejo de cuentas privadas desde el extranjero, el maltrato y la vejación a nuestros adultos mayores, el irracional control de venta de combustible, son alguno de los factores que han alimentado la desesperación en otros miles de compatriotas, y están empujando a los venezolanos a salir, mediante métodos y rutas cada vez más desesperadas, a salir, no en balsa, sino a pie, de este nuevo “mar de la felicidad” en el que han convertido a Venezuela.
Por ello aplaudimos la determinación de los 11 países del continente que hicieron una declaración conjunta para abordar el tema de la migración venezolana, también celebramos y agradecemos a la Organización de Estados Americanos por la creación de un grupo de trabajo para atender la crisis migratoria.
De todos estos esfuerzos esperamos que se llamen las cosas por su nombre y se decrete la crisis de refugiados, se cree un fondo de cooperación multilateral, se promuevan campañas en contra de la xenofobia y se unifiquen las condiciones para el inmigrante venezolano desde México hasta Argentina.
Sin embargo pedimos una mayor determinación. Pedimos una solución continental a un problema y una amenaza de esa misma magnitud. Es hora de que Maduro entienda que la crisis continental no se aplacará ni aliviará con más mentiras, ni manipulaciones; el alivio y las alarmas se aplacarán a partir de su salida y el fin de esta fatídica revolución.